
El domingo por la noche a las 8 p.m. (hora del este), un tuit capturó el momento a la perfección: “Taylor Swift bailando mientras Benito canta es lo que necesitas ver y no sabías”.
Lo que los fans de la música latina sabían desde hace mucho que el mundo necesitaba ver eran artistas latinos cantando en español en los Grammys. Bad Bunny, cuyo verdadero nombre es Benito Antonio Ocasio Martínez, aprovechó el momento magníficamente, no solo interpretando un popurrí de canciones, sino abriendo el espectáculo con un estimulante homenaje minuciosamente detallado a su Puerto Rico natal y la República Dominicana. La tradición y la cultura se presentaron en forma de bailes, bailarines e imágenes, incluidos los deslumbrantes cabezudos representando a iconos como el rapero Tego Calderón y la fallecida poeta y defensora de la independencia Julia de Burgos, nombres con los que el público estadounidense no está familiarizado, pero sobre los cuales valdría la pena que leyeran. Musicalmente, Bad Bunny logró desplazarse entre una amplia gama de géneros, inicialmente cantando acompañado de pleneros puertorriqueños, y después junto a la banda de 10 miembros de Dahian “El Apechao”, de la República Dominicana.
No pudo haber sido algo más local. Y, sin embargo no pudo haber sido más universal — un brillante ejemplo de cómo la música regional puede tener atractivo internacional y cruzar los límites de la tradición y el idioma si se ejecuta de manera convincente y, como Bad Bunny dijo tan emotivamente, “con amor”.
La recepción abrumadoramente positiva de su actuación (Billboard la clasificó como la segunda mejor de la noche), incluidos los pasos de merengue de Taylor Swift ante las cámaras, podría terminar marcando un momento crucial para los premios Grammy y su conflictiva relación de larga data con la música latina.
Durante años, el programa ha evitado en gran medida no solo la música en español, sino de artistas latinos en general. Hace una década, Billboard escribió sobre las consecuencias no deseadas de su exclusión: En momentos en que los hispanos ya eran la minoría más grande del país, y cuando uno de cada 10 espectadores de los Grammy se identificaba como hispano, la mayoría de los artistas latinos ni se molestaban en asistir a los Grammy. Después de todo, rara vez se les pedía que actuaran, sus premios casi siempre quedaban relegados a la pretransmisión, y el impacto de cualquier triunfo se veía severamente mitigado por la falta de exposición.
Cinco años después, en 2018, cuando “Despacito” fue nominada a canción del año (y perdió), la situación no había cambiado mucho. Como informó Billboard en ese momento, menos de una docena de artistas latinos se habían presentado en vivo en el espectáculo televisado en los últimos 30 años, una lista que incluía a Gloria Estefan, Linda Ronstadt, Marc Anthony y Jennifer Lopez. Aproximadamente la mitad de esos artistas, entre ellos Ricky Martin con su interpretación ahora legendaria de “The Cup of Life” en 1999, cantaron en inglés.
Pero después del decepcionante desempeño de “Despacito”, los Grammy dieron un gran paso — y en cierto modo apostaron — al abrir el espectáculo de 2019 con un número latino que incluyó un buen número de artistas de renombre: Camila Cabello, J Balvin, Ricky Martin, Arturo Sandoval e incluso el rapero estadounidense Young Thug. Liderados por Cabello, para entonces una estrella del mainstream en Estados Unidos, cantaron principalmente en inglés, pero el sentimiento y la vibra eran innegablemente latinos.
Ese sería un presagio de lo que vendría. En 2020, Rosalía interpretó “Malamente” en español en la ceremonia, respaldada por palmadas y bailarines. En 2021, fue la primera actuación de Bad Bunny, quien interpretó su éxito “Dákiti” junto a Jhayco. En 2022 volvió Balvin, esta vez con María Becerra y cantando en español.
Y la culminación vino este año con un número de apertura que, más que una simple presentación, fue un manifiesto de la cultura latina caribeña, algo inimaginable de concebir hace apenas una década en la televisión estadounidense, mucho menos como acto inaugural de una entrega de premios.
En resumen, en cinco años los Grammy lograron resaltar y destacar la música y los artistas latinos más de lo que lo habían hecho en los 30 años anteriores, normalizando su presencia en el espectáculo hasta que no fuera un riesgo perder audiencia si osaban comenzar en otro idioma.
Por muy tarde que sea, es un momento para celebrar.
Durante años, hemos lamentado el hecho de que la música latina, que definimos como música interpretada principalmente en español, haya sido relegada a esa tierra de nadie de la “otredad”: está en otro idioma, por lo tanto, los fans no la van a escuchar, se desconectarán, la evitarán. Resulta que los fans escucharán lo que ellos quieran, independientemente del idioma.
Sí, la música latina disfruta de un momento brillante de reconocimiento y consumo, que es más alto ahora que en cualquier otro momento de la historia. Por otra parte, es imposible negar la popularidad de Bad Bunny, el artista con más streams en Estados Unidos y el mundo, o de J Balvin cuando actuó el año anterior. La pregunta es: ¿Realmente es necesario poner el listón tan alto para que podamos poner un pie en la puerta?
La música latina ha sido durante mucho tiempo una parte intrínseca y esencial del tejido social y cultural de este país, un ADN arraigado y contribuciones que van más allá del crecimiento de la población. Somos parte de este todo. Sigamos reconociéndolo como tal.